lunes, 15 de agosto de 2011

AMISTAD ENTRE MUJERES = SUBVERSIÓN


Miles de veces hemos escuchado las frases “prefiero un amigo hombre que una amiga mujer” o “las mujeres no saben ser amigas”.
Los estudios feministas que han caracterizado el patriarcado han establecido y difundido claramente cómo son las relaciones entre hombres y mujeres. Pero poco se dice y se analiza acerca de cómo, según el patriarcado, deben ser las relaciones entre mujeres o entre hombres. La feminista mexicana Marcela Lagarde(1996) plantea que “…las mujeres deben competir por obtener reconocimiento social por su calidad de género, por alcanzar de manera fidedigna los estereotipos de ser mujer del mundo en que viven. Compiten genéricamente porque cualquier mujer es amenazante de quitar el sitio a la otra: compiten por los espacios sociales y por los vínculos con los hombres y las instituciones…”
Permanentemente nos comparamos con la otra, con su cuerpo, con su vida, con sus hijos e hijas y sobre todo comparamos nuestras relaciones con los hombres (parejas, jefes, amigos). Y esta realidad no es ajena a las organizaciones en las que trabajamos y militamos. Los juicios y las críticas nos alejan a unas de otras.
Es esta competencia uno de los mejores recursos del patriarcado para preservarse: nos mantiene divididas, confrontadas, aisladas, poniendo el acento de nuestras vidas fuera de nosotras mismas, en lugar de encontrarnos en la opresión común que se ejerce sobre todas nosotras, en lo parecido de nuestras vidas dentro de un sistema que nos desvaloriza y nos discrimina.
La amistad entre mujeres es altamente subversiva, transgresora. Al relacionarnos con la otra no como una competidora que tenemos que superar para garantizar el reconocimiento en el sistema capitalista patriarcal, sino como una compañera de lucha, doblemente oprimida en género y clase; encontramos un mar nuevo de alianzas, espacios de confianza y apoyo, que nos permiten develar en nosotras las subjetividades patriarcales, la manera como se nos ha enseñado a ser mujeres en beneficio de la opresión.
Al develar esa subjetividad, al descubrir la forma en que construimos las relaciones con otros y otras, al revelar la esencia de la división sexual del trabajo en todas las vidas de mujeres; el patriarcado queda al desnudo, temblando de miedo. Sus barreras caen y se hace posible nuestro encuentro desde lo más íntimo de la conversación en la cocina, el parque, la panadería o los grupos de apoyo, hasta  en los movimientos sociales y políticos que podemos construir sobre la base de la sororidad…de la hermandad entre mujeres. No hay espacio de debate o construcción política en el que podamos sobrevivir sin ella.

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